miércoles, 2 de junio de 2010

Henning Mankell: "El policial es aburrido"

El exitoso escritor sueco que vino a la Feria del Libro de Buenos Aires, sostiene que escribe novelas policiales para hablar del racismo. Divide su vida entre Africa y Suecia, está "enojado" y piensa seguir estándolo, porque la crisis la pagan los pobres. En cuanto al género que le dio fama, dice que se remonta a la tragedia griega, pero de la mayor parte de las narraciones policiales prefiere prescindir.

Por: Héctor Pavón

Fotos Videos EL CHINO. La promoción de la última novela de Mankell traducida al español, con formato de trailer cinematográfico.

1

ESPEJO DEL CRIMEN. Para Mankell, la novela policial siempre fue un cristal que refleja las contradicciónes y la violencia de la sociedad. Es un instrumento para explorar las relaciones del poder.



Dicen que Henning Mankell es parco. Dicen que está enojado. Pero Mankell se siente bien con su enojo y sólo es parco con aquello de lo que no le interesa hablar. Allí levanta un muro del mismo modo que erige torres de palabras para argumentar contra sus enemigos.



Ha estado en Buenos Aires y ha dicho que vino cuando tenía que venir. Y esa referencia a un designio de la voluntad surge porque pudo venir aquí durante la dictadura pero eligió no hacerlo. Ahora sonríe y cuenta con una emoción contenida y discreta cuánto le gusto el paisaje del Tigre, cuánto las fotografías de Manuel Alvarez Bravo en el Malba o una parrillada de la calle Lavalle. Algunos lo vieron comprando libros argentinos y muchos otros salieron más que contentos de la charla que dio en la Feria del Libro. Todavía le preguntan por su última novela publicada en español El chino (Tusquets) y otros por la que acaba de terminar y con la que se supone que jubila al detective Wallander que se llamará El hombre inquieto y que llegará aquí el año próximo.



Mankell se ha destacado como escritor de novelas policiales pero también ha escrito obras singulares como Zapatos italianos o Profundidades donde surgen relatos diferentes pero igualmente intensos. También ha escrito obras de teatro, ensayos y libros para chicos. Lo primero que redactó durante su infancia fue un resumen de Robinson Crusoe. "Los libros son mensajeros que nos hablan de mundos que no podemos experimentar de forma directa", dice
En todas sus novelas deja entrever claramente su ideología, su toma de posición respecto al mundo. De hecho, dice que la serie del Wallander empezó con el deseo de escribir sobre el racismo. Para Mankell el enojo es un estado, una actitud que lo mantiene vivo. Se lo percibe así en cada uno de sus textos. Sin embargo, antes de finalizar esta entrevista va a subrayar que esta es una época interesante, excitante...


Usted es uno de los escritores más conocidos y elogiados en el terreno de la novela policial. Sin embargo, dice que no lee novelas policiales..., ¿por qué?



Porque normalmente la novela policial o la ficción criminal es muy aburrida. Hay muy pocos autores que me parecen interesantes. Creo, por ejemplo, que Thomas Harris es muy bueno, el de Hannibal Lecter. Creo que John Le Carré también es muy bueno. Pero encuentro que hay muchísimos autores de policiales que no tienen ningún interés.



Lo seducen más las historias trágicas y clásicas como "Medea" y "Macbeth"...



Lo que yo veo es que el origen del género del crimen o la ficción del crimen es muy, muy antiguo. Podemos remontarnos al drama griego antiguo para encontrar las raíces. El drama de Medea, que tiene 2500 años, es el de una mujer que mata a sus dos hijos por celos de su marido. Si eso no es un policial, entonces no sé qué lo es. Si nos acercamos un poco más en el tiempo, quinientos años atrás, y me preguntan: ¿Cuál es la mejor historia criminal que ha leído?, es Macbeth. Esa es una historia criminal. El hecho es que la ficción criminal, de que sostengamos el "espejo del crimen", nos da la posibilidad de hablar de las contradicciones en la sociedad. Y la criminalidad es siempre una especie de contradicción. Si usted quiere ese dinero, sale a matar a una persona porque quiere ese dinero. Es una contradicción. Yo trato de trabajar siguiendo esa tradición que usa el crimen como espejo para ver qué pasa en la sociedad. Esa es mi idea de una buena historia criminal.



¿Y Wallander es lo que podríamos llamar un policía sueco típico?



Ahhhh, es difícil de responder. Pero sé que los oficiales policiales suecos leen mis libros y les gustan. Eso es lo único que puedo responder.



El detective Wallander parece estar siempre solo. ¿Cree que disfruta de la soledad?



No. Y no estoy de acuerdo en que está siempre solo. Al menos él trata de encontrar su soledad. El problema es que es un hombre que tiene una hija y está divorciado. ¿Y por qué tiene tantos problemas para encontrar una nueva mujer? Porque todavía ama a su esposa. Los lectores inteligentes, sobre todo mujeres, lo han entendido. Y eso significa que Wallander es un hombre muy apasionado. Sigue enamorado de su mujer. Y cada vez que conoce a otra, piensa en su esposa. Es un hombre apasionado: l'homme passionné.



Ha terminado la última novela con Wallander como protagonista hace tres semanas.



Sí.



¿Ya lo extraña?



Nunca me gustó demasiado. En muchos sentidos, no se parece en nada a mí. Solo tenemos tres cosas en común: la misma edad, amamos la ópera italiana y trabajamos mucho. Pero fuera de eso no creo que vivamos vidas iguales. Si él viviera no podría imaginarlo como un amigo. Creo que trata muy mal a las mujeres, lleva una vida muy extraña, bebe demasiado. Preferiría conocer a Sherlock Holmes. Pero por otro lado, creo que es mucho más fácil escribir sobre una persona que uno no quiere demasiado. Es muy difícil narrar sobre una persona que usted ama. Es mucho más simple escribir sobre alguien que no queremos.



Su última novela publicada en español, "El chino", no está protagonizada por Wallander. Por el contrario hay tres mujeres que se convierten en personajes fundamentales de la trama: Birgitta Roslin, Vivi Sundberg y Hong Qui. ¿Quiso señalar algo en particular con esa elección?



Es una buena pregunta porque tenía una idea de hacer un libro donde las mujeres fueran los personajes principales. Y como hombre, generalmente me resulta más interesante escribir sobre mujeres. Y supongo que si fuera mujer, me resultaría mucho más interesante escribir sobre hombres. Era un desafío para mí. Por eso, decidí armar esta historia muy complicada con personajes femeninos. Era un desafío que debía enfrentar.



¿Al indagar en la cuestión china, imagina un escenario en el que haya una guerra entre ese país y Estados Unidos?



No.



Una guerra económica...



La guerra económica ya empezó. Me gustaría decirlo de la siguiente manera: hace un poco más de un siglo, algo muy importante sucedió en el mundo. Fue cuando la economía de los Estados Unidos superó a la economía de Inglaterra y se convirtió en la primera economía del mundo. Eso fue hace cien años. Muy pronto, volverá a ocurrir. China pasará a la economía de EE.UU. Y nosotros sabemos, en nuestras vidas lo que ha sido tener a EE.UU. como el número 1 en la economía, en las guerras, en la cultura, en todo. Creo que dentro de diez años, incluso en la lengua española, incluso aquí en la Argentina, va a haber palabras chinas en el idioma. Estoy convencido de eso. Todos usamos un montón de palabras en inglés. Pronto tendremos muchas palabras en chino porque el impacto de China será enorme en el futuro. Pero no creo en una guerra. Y también tiene que recordar que tenemos una tercera economía que está creciendo rápidamente, que es la India. De modo que creo que lo que veremos en el futuro para el resto de nuestras vidas será una especie de competencia entre Asia –China, India– y el resto del mundo. No sé cómo será, no lo sé, pero no creo que haya una guerra así. Creo que los chinos son muy inteligentes como para pensar en ir a una guerra contra los EE.UU., porque EE.UU. será durante mucho tiempo la mayor potencia militar en el mundo. China sabe que no la igualará. Sabe qué, creo que vivimos una época muy interesante.



Uno de los elementos esenciales de "El chino" es el que refiere a la presencia china en Africa...



Sí, esa es la idea del libro. Me parece fantástico que China salga al mundo a hacer negocios con países del Tercer Mundo. Eso es bueno. Pero empecé a ver que, a la larga, los chinos tienen una suerte de dimensión colonial en sus modales. Es decir: los chinos son muy racistas. Los chinos van a Africa y tratan muy mal a los africanos. Es un problema. Lo he visto. Y eso es lo que me preocupa. Y por eso escribí el libro. No sé si es un hecho, pero yo levanto el dedo para alertar: ¡Cuidado! Ya veremos si tengo o no razón. Creo que es importante hablar sobre lo que está haciendo China. El problema con China es que dice: nosotros no interferimos con la política de su país porque no dejamos que nadie interfiera con la política de nuestro país. Eso es malo porque, supongamos que hoy hubiera una dictadura militar en la Argentina. Ellos vendrían y dirían: nosotros sólo hacemos negocios, no nos importa. Les importa un comino que haya una dictadura o lo que sea. Es algo problemático.



Suecia y Africa están distanciados por miles de kilómetros. ¿Cómo lleva su vida viviendo en lugares tan disímiles?



El hecho de dividir mi tiempo entre Suecia y Africa me proporcionó distancia y perspectiva. El paisaje invernal congelado de Härjedalen, en el norte de Suecia, me recuerda el paisaje árido de Mozambique y viceversa, así como el calor seco de Africa puede recordarme el frío de Suecia. Lo mismo ocurre cuando hablamos de la escena de un crimen en Ystad y de la pobreza en Africa. Puedo pasar con facilidad del mundo de Kurt Wallander a un chico sin hogar de Africa, ya que siempre parto de lo mismo, de entender mejor el mundo en que vivimos.



¿Cómo es la visión del mundo desde Africa?



Yo daría vuelta la pregunta. Si usted abre un diario, en cualquier lugar del mundo y dice algo sobre Africa, lo único que verá es cómo ese continente muere, no cómo vive. Creo que la forma en que describen a Africa en los medios masivos es muy mala. Es como si en Africa la gente se estuviera muriendo y nada más. Pero no es verdad. Los africanos luchan, sueñan y aman y trabajan como todos los demás. Me enojo mucho cuando veo esa imagen de Africa porque no es verdadera. Yo vivo ahí. Lo sé. ¿Por qué es así? Yo creo que porque Africa actualmente es muy pobre. Es el continente más pobre. Y lo es porque a la gente no le interesa. Van a seguir explotando a Africa para explotar sus materias primas. Hay que preguntarse y analizar cosas como qué son las materias primas. Incluso los jugadores de fútbol son materia prima. Le daré otro ejemplo en otra área. Manchester, Inglaterra por un lado y por otro tenemos un país en Africa llamado Malawi. En este momento, hay más malawis trabajando en Manchester que en todo Malawi...



Mucha gente en el mundo, y aquí en la Argentina, piensa que Suecia es un paraíso. ¿Para usted lo es también?



Debe tener presente que no fuimos nunca nosotros los que dijimos que Suecia es un paraíso. Ustedes lo dicen. Es una especie de mitología eso de que Suecia es un paraíso. Suecia es una sociedad muy decente para vivir pero no un paraíso. Hace treinta años, había otra mitología referida a Suecia: el de las rubias suecas. Es absurdo. Eso nunca existió. Ustedes crearon la mitología sobre Suecia, no nosotros. Suecia no es un paraíso, nunca lo fue, pero sí es una sociedad decente. Con muchos problemas, pero una buena sociedad. Paraíso, no señor.



¿Y como sueco, se siente culpable de algo?



No, culpable no. Pero creo, cada día, que estamos viviendo en un mundo terrible. Y yo trato de usar mi poder, en la medida de lo posible, para hacer algo al respecto. Y doy dinero. Podría ser un hombre muy rico pero regalo el dinero. Acabo de dar un millón y medio de dólares para crear un hogar para niños huérfanos en Africa para que puedan tener un futuro. Eso es algo maravilloso que se puede hacer. Pero culpa no. Estoy muy enojado y trato de luchar contra esto. Cada mañana me levanto con el sentimiento de que estamos viviendo en un mundo terrible. Tenemos una crisis financiera en el mundo y los que más están sufriendo son los que nunca tuvieron nada que ver con esa crisis. Son las personas más pobres de la Argentina y de Africa. ¿Qué han tenido que ver con Wall Street y Estados Unidos? Nada. Y son los que más están sufriendo. Eso es algo terrible. Camino por la calle aquí y veo a familias enteras viviendo en las calles y me pregunto, Dios mío, ¿qué tiene que ver esta gente con Wall Street? Nada. Por eso, vivimos en un mundo terrible. Estoy muy enojado. Y seguiré estando enojado toda mi vida. Espero.



En su novela "Asesinos sin rostro", una anciana, antes de morir, susurra una palabra: "extranjero..." En el libro esa palabra tiene un peso muy fuerte...



Pero mire, en ese libro, la historia trata de la xenofobia y el racismo. Y en esa historia fueron realmente unos extranjeros los que cometieron ese crimen y yo siempre prefiero hablar de eso que no hacerlo. Creo que vivimos en un mundo donde hay mucha xenofobia y mucho racismo. Y una cosa que podemos hacer es hablar del tema. Ese libro tiene casi 20 años pero creo que es tan actual hoy como hace 20 años.

Hanif Kureishi dice que los talleres de escritura son las nuevas clínicas psiquiátricas.



¿Usted qué piensa?



Diría: sin comentarios. Por otro lado, pienso que eso tiene dos aspectos. Si la gente siente que le gustaría escribir y entonces va a aprender, me parece bien. Pero si usted hace un curso sólo para ganar dinero en el que está engañando por ejemplo a chicos jóvenes que van y pagan porque les dicen que van a ser escritores, eso es muy malo. Pero contar historias siempre me parece importante, de modo que me parece que eso presenta dos aspectos.



¿Y usted, qué tipo de formación tuvo?



Ninguna. Simplemente escribir. Lo decidí cuando era joven y no he hecho otra cosa en mi vida. Empecé a escribir muy temprano. A los 19 años ya tenía mi primera obra de teatro llevada al escenario; a los 23 ya saqué mi primer libro. Nunca hice otra cosa. Soy una persona muy feliz ahora porque hago lo que soñé de chico. Nunca soñé otra cosa. Simplemente hice esto. Hoy hago exactamente lo que pensaba cuando tenía 10 años.



¿Y los sueños para usted, qué tan importantes son? ¿Lo ayudan a escribir...?



No creo que los sueños sean más importantes que otras cosas. Mis historias vienen de todas partes. Podrían salir de usted mismo, de esta habitación, de algo que leo, o de algo que sueño. No creo que los sueños sean específicamente importantes para mí.



Juan José Millás dice que hay cosas que quisimos preguntarles a nuestros padres pero que nos acordamos demasiado tarde de hacerlo... ¿Le quedaron preguntas sin responder?



No, no realmente. Mis padres –tanto mi padre como mi madre– están muertos. Pero yo creo que conseguí hablar con ellos de todo antes de que murieran o sea que no tengo la sensación de: ¡ah, hay tantas cosas que no sé! Y es lo que trato de hacer con mis hijos. Les digo: háblenme ahora, mientras estoy vivo. No esperen. Es lo que les digo.



¿Qué imagen le viene a la mente cuando escucha la palabra Argentina?



Ahhhhh, algo bueno. Algo mágico, algo místico. Porque cuando yo era chico, Buenos Aires, Argentina, tenía cierto toque místico, mágico. Brasil siempre fue Brasil: samba, todo era muy claro. Pero Argentina tenía algo de mágico, de oscuro, de secreto. En mi caso, siempre tuve la sensación de que mucha gente decía: Ah, tengo ganas de ir a Río de Janeiro. Y yo siempre decía: no, yo tengo ganas de ir a Buenos Aires. Y me preguntaban ¿por qué? ¿Tienen un festival de samba o algo? No, decía yo, iré a ver tango, lo que sea; pero quiero ir. No me pregunte por qué tengo esa imagen. Probablemente porque leí sobre la Argentina.



¿Y cuando escucha el nombre de Dagmar Hagelin?



Por supuesto, pero yo hablo de un impacto de Argentina antes de la dictadura. No se olvide de que yo soy un viejo, o sea que había pensado en la Argentina antes, pero la dictadura me hizo no venir a la Argentina. Porque nunca fui a España estando Franco y nunca iba a venir aquí en esa época. Y por supuesto Dagmar Hagelin fue un símbolo de la crueldad del capitán Astiz. Son personas sobre las que sabemos pero mi imagen de la Argentina se remonta mucho más lejos: a Eva Perón y Juan Perón. Durante la dictadura hubo muchos argentinos que vinieron a Suecia y algunos volvieron. Llegaron a Suecia en esos años, esos tiempos terribles.



En "El chino" usted describe a los maoístas en los años sesenta suecos. ¿Usted fue maoísta?



No, no, no. Siempre fui muy radical pero nunca fui estúpido. Nunca entré en esas sectas extremas. Son casi como una religión. Nunca formé parte, pero lo veía y escribí mucho sobre eso. Radical sí fui. Pero nunca estuve en esa escena.



¿Hay algo que añora en su vida, algo de otra época, una nostalgia?



Sí, quizá, no haber tenido una hija... Siempre quise tener una hija pero tuve cuatro varones. Pero no puedo decir que añoro. Creo que no añoro nada. Mi privilegio es que no recibí nada gratis. Mi padre no era rico. Tuve que trabajar por todo, pero mi privilegio fue poder trabajar en lo que quería, nadie me lo impidió, pero nunca tuve nada gratis. Nunca.



¿En qué lugar del mundo desconocido le gustaría despertar o dormirse...?



Me gustaría mucho ir a la Isla de Pascua. También me gustaría visitar otra isla. ¿Conoce la historia del motín del Bounty? Es de hace 200 años. Un barco inglés llamado Bounty bajo el capitán Bligh. La tripulación se amotina y ponen al capitán en otro barco y lo mandan a una isla. Esa isla se llama Pitcairn y está en la Polinesia. Hoy usted puede ir y encontrar a la gente emparentada con los descendientes de esos ingleses que llegaron a la isla. Después me gustaría ir a la Antártida y supongo que podría cenar ahí. Le mencioné tres islas: la Antártida también es una isla.



¿Le habría gustado vivir en una época en particular?



No. Creo realmente que nuestro tiempo es muy dinámico y es una época muy excitante.



¿Es este el mundo en que soñó vivir cuando era joven?



No. Este mundo es mucho peor de lo que pensé. Estamos viviendo en un mundo malo.



¿Cómo le gustaría ser recordado?



Espero ser recordado como una persona que por lo menos trató de hacer el mundo un poquito mejor. Nada menos.

lunes, 15 de febrero de 2010

"La ficción me hace sentir libre"

Entrevista a Reynaldo Sietecase

El autor, que también es periodista y poeta, regresa con A cuántos hay que matar , novela que hace referencia al caso Blumberg.

Sábado 13 de febrero de 2010 | Publicado en edición impresa 

FOTO

"La ficción me hace sentir libre"ENTRE DOS MUNDOS. "La ficción y el periodismo son la Bella y la Bestia", dice Sietecase Foto: SEBASTIÁN SZYD
Por Natalia Blanc
De la Redacción de LA NACION 
La venganza y la justicia por mano propia son los ejes de la trama de A cuántos hay que matar , la segunda novela de Reynaldo Sietecase que acaba de publicar Alfaguara. En este policial con trasfondo social reaparece Mariano Márquez, un abogado penalista con contactos con el hampa que en Un crimen argentino (2002), la anterior novela del autor, asesinaba a un hombre y disolvía el cuerpo en ácido. Esta vez, el personaje es un intermediario entre el protagonista, un empresario cuyo hijo fue secuestrado y asesinado, y un sicario contratado para matar a los responsables de la muerte del joven.
Poeta, escritor y periodista, Sietecase (Rosario, 1961) partió de un caso real para crear una historia con tres niveles de narración: la crónica de la venganza, la trastienda del secuestro y asesinato de Alejandro Bauer, y un diálogo entre un periodista y uno de los acusados, que no quiere salir de la cárcel porque sospecha que lo van a matar.
-Su primera novela y su libro de cuentos, Pendejos, también surgieron a partir de casos policiales. Al ser periodista, ¿le cuesta despegarse de la realidad?
-Yo me nutro de lo que veo, lo que tengo próximo, y a partir de ahí hago ficción que es, para mí, un espacio lúdico. Me descansa de la realidad. Me hace sentir libre, me divierte. El periodismo y la literatura son terrenos bien distintos: el primero tiene un compromiso con los hechos, con la verdad, y la ficción permite inventar, imaginar que todo es posible. Para mí, son como la Bella y la Bestia: a veces los cruzo, pero en general trato de que se mantengan separados.
-¿Por qué eligió el caso Blumberg para desarrollar la trama?
-En realidad, esta novela surgió por un caso de los años setenta. Cuando presenté Un crimen argentino en el interior del país, la gente se acercaba a contarme casos impunes. En Rosario, una persona me contó una historia que me impactó: los culpables de un crimen son asesinados cuando salen en libertad. Siempre se pensó que había sido una venganza del padre, pero nunca se pudo probar. Me gustó la idea, me pareció muy atractiva. Yo venía pensando en el tema de la venganza, que atraviesa la historia de la literatura.
-También está el tema de la justicia por mano propia, en un país en el que muchos piensan que la justicia no funciona o funciona mal.
-Sí, los temas están vinculados. La justicia por mano propia, en general, funciona por una venganza. Yo reivindico que el policial, además de contar una buena historia, tiene la facultad de contar una sociedad. Como debe ser verosímil, permite contar cómo funciona la justicia, la policía, el poder. En este caso, encontré un eje que me fascinó: narrar desde el punto de vista de un preso que no quiere salir de prisión porque sabe que lo pueden matar. Después, durante el proceso de escritura, se me ocurrió que podía tender una tangente hacia un caso fuerte como el de Blumberg. Me pareció interesante pensar qué pasaría si ese hombre que se convirtió en una especie de héroe nacional porque llevó adelante el reclamo contra la inseguridad también tuviera su lado oscuro.
-¿Por qué aparece de nuevo Mariano Márquez?
-Es un personaje fascinante para mí. Muy complejo. Me gusta pensarlo como una especie de Hannibal Lecter porque combina maldad con inteligencia. Nació para Un crimen argentino y no pensaba volver a usarlo. Ahora sí, es probable que lo lleve a otra novela. Tengo muchas ganas de pasar a Márquez de la oscuridad a la luz. Me gustaría tenerlo colaborando con la Justicia, que pase al lado de los buenos, como para cerrar una trilogía.
-En la novela, todos los personajes tienen su lado oscuro, hasta el periodista. ¿Es una excusa para reflexionar sobre la profesión?
-El periodista es la gran sorpresa del libro; resulta clave en la historia. Por un lado, me servía a nivel narrativo porque, para que pudiera hablar el preso, necesitaba un interlocutor. Me puse yo en el rol del periodista y vi que era viable. Si me entero de que un preso no quiere salir de la cárcel, quiero ir a entrevistarlo. Con ese personaje incorporé la primera persona, como Truman Capote en "Féretros tallados a mano". Pensé que esa podía ser una forma de meterme en el libro, de hacer algunas reflexiones sobre el periodismo y el ejercicio de la profesión. No hago quedar bien al personaje; es una pequeña maldad y también, una autocrítica. Creo que estamos haciendo el peor periodismo desde 1983: el menos riguroso, el más pobre.
-¿Cómo fue el proceso de escritura?
-Este libro tiene casi tres años de escritura. En el medio, hice los cuentos de Pendejos . Escribo de noche porque es cuando puedo quitarle la cabeza, las manos y el corazón al periodismo. Tenía clara la historia de la venganza. Me hice una estructura y después apareció lo demás. Tomás Eloy Martínez me dijo alguna vez que esto es como una salchicha: tenés que atar el hilo de la punta y el otro, y después empezar a llenar. O sea, tener una suerte de camino: de principio y de final.
Como lector, ¿qué espera de un autor?
-Soy un lector muy dócil en ese aspecto: si me cuentan una buena historia, si me agarran del cuello y no me sueltan hasta el final, no exijo demasiado. Mis dos novelas tratan de lograr eso, algo que viene del periodismo, donde no tenés muchas oportunidades: no podés dejar que el lector se escape. Es lo mismo que busco cuando voy al teatro y al cine. En el fondo, lo que más me importa es disfrutar de una buena historia. Y mi gran obsesión es contar historias policiales.
-Con seis libros de poemas publicados, ¿qué lugar ocupa hoy la poesía en su vida?
-Hago poesía desde los quince años, mucho antes de imaginar que iba a trabajar como periodista. La poesía es algo que aparece, es inevitable y muy difícil de manejar. Es una necesidad.
Fuente: LA NACION

martes, 19 de enero de 2010

"En la novela policial, hay que descolonizar el imaginario"




ENTREVISTA JUAN SASTURAIN ESCRITOR Y PERIODISTA


Guionista y crítico literario, dice que "se escribe para saber qué pasa". Y reivindica el género de aventuras. 


Por: Por Diego Malpelli






LA ERUDICION Y LA ACADEMIA. SASTURAIN, ENTRE BORGES Y EL JUGADOR MARTIN PALERMO.

Guionista de historietas, periodista deportivo, crítico literario y desde hace un par de años conductor del ciclo televisivo "Ver para leer", al escritor Juan Sasturain no hay oficio en los medios que se le resista. Autor de cuentos y novelas en los que sobresalen la creación de personajes entrañables, como aquel detective Etchenike, protagonista de la novela Manual de perdedores, y la mezcla balanceada de la academia con la calle, en esta entrevista habla de la reciente aparición de El caso Yotivenko, una compilación de relatos en el que se destaca el cuento que da título al libro. Sasturain señala que se escribe para "enterarse qué pasa" y reivindica al género de aventura como posibilidad de "descolonizar el imaginario".

Como les sucede a la mayoría de los guionistas o dibujantes de historietas que terminan guionándose y dibujándose a sí mismos, Sasturain ha construido con el paso de los años una caricatura de su persona: los anteojos diminutos bailando sobre la nariz, la calvicie cenital contrastada por la corona de pelambre lisa y plateada, las botamangas del pantalón y el morral cruzándole un hombro son ya parte de sus rasgos registrados. La tradición del escritor argentino que mezcla a su capricho la erudición de la academia y la mitología del café, ha hecho el resto. El resto: un periodista y escritor capaz de meter a Borges y a Palermo (Martín, el jugador) en una misma oración sin que nadie pueda impugnarla por invadir terrenos previamente demarcados y supuestamente contrapuestos.

Y es precisamente en un café dónde se desarrolla la entrevista con Clarín, para hablar, entre otras cosas, de la reciente edición de El caso Yotivenko, una compilación de algunos de sus cuentos ya editados más la perla del relato que da título al libro. Allí hay fútbol, como era de esperar, pero también hay política, espionaje, bailarines del Bolshoi convertidos en futbolistas, una historia secreta, la KGB y la Boca. Un cóctel difícil de concebir si no se tiene la imaginación, la sabiduría mundana y el interés por lo político de un escritor que añade su obra bien juntito a la de Osvaldo Soriano, Roberto Fontanarrosa y Héctor Oesterheld.

¿Cómo surgen las ideas para una historia cómo la de "El caso Yotivenko"?

A mi me interesa mucho la idea de la génesis, de dónde vienen las historias. No la idea de adónde van a parar, porque uno no sabe eso. Pero de donde vienen si, porque hay cierto nivel de conciencia que puede decirnos algo, nivel de conciencia que es un aspecto ínfimo de la totalidad que motiva la escritura. Pero en El caso Yotivenko todo proviene de un juego de palabras: la palabra yotivenco, que es del lunfardo. Si la escribís con K suena a un apellido ruso, y uno piensa que puede ser un jugador de fútbol ruso. Y yotivenco a su vez remite a la Boca también, porque es el reverso de conventillo. Entonces inconscientemente se puede reconstruir de dónde viene el asunto. El asunto es un jugador ruso que viene a jugar al país, a jugar en Boca. ¿Yotivenko era el nombre? No, era el nombre que le pusieron los hinchas para simplificarlo. ¿Y cuándo hubo rusos en Argentina? Los rusos vinieron en la década del 60. Plena guerra fría. Y por ahí se arma la historia.

Hay gente que sigue considerando a la literatura del fútbol como un género menor. ¿Coincide?

Si, porque suele serlo. Es como lo bélico o el western. Yo no creo que haya géneros, sino que hay autores. Hay escritores y escribientes. Y hay escritores que trabajan dentro de géneros pero son escritores. Y hay escribientes que no trabajan en el género y escriben novelas. Los géneros pueden servir o no como vehículos para la escritura. Y la adscripción a uno determinado como en este caso el del fútbol, de ninguna manera impide la posibilidad de hallar literatura. De todos modos, la mayoría de las veces, en los textos de géneros no vamos a encontrar literatura, muchas veces ni escritores vamos a encontrar. Pero eso pasa también en la tele o en el cine. El fútbol puede ser, como cualquier otra cosa, objeto de la escritura, pero al final va a depender de quién escriba y qué haga con eso. O sea que siempre termina importando la diferencia entre el qué y el cómo. La literatura es el cómo.

Usted dijo que se escribe para saber qué pasa. ¿Los escritores arrancan de esa duda?

Es una frase con una alto grado de generalidad y muy personal. Es una respuesta tácita para aquellos que piensan que si uno trabaja dentro de los parámetros de un género, tiene que atenerse a un corsé. Si voy a escribir un policial, tengo que saber qué es lo que voy a contar, tengo que tener la historia armadita. Y no es exactamente así.

¿Por qué?

Porque el argumento no es necesariamente lo que voy a contar. El qué pasa no es la sucesión de acontecimientos sino cuáles son los ejes temáticos, de qué estoy hablando, o al menos de qué creo que estoy hablando, porque muchas veces estamos hablando de otras cosas y no nos damos cuenta. Sin hacer psicoanálisis barato, pero al escribir estamos hablando de la política, de nuestro tiempo, de nuestra relación con el texto. Entonces a mi me interesa esa escritura que se va descubriendo a sí misma. Toda la gran literatura viene de esa duda: Cervantes empezó a manejar un material que desconocía o al cuál abordó en términos jocosos. ¡Y entró todo ahí! Se fue saludablemente al carajo e inició la novela moderna a partir de una parodia. Es decir que en literatura, nunca la intención define un texto. Intención que a veces no se puede reconstruir, porque nunca podremos saber qué quiso hacer el escritor. Seamos concientes de todas las variables que no manejamos cuando escribimos. En ese sentido uno se entera: se entera qué pasa cuando escribe.

Otra frase suya: "escribir desde el sufrimiento, a partir de que te patean", ¿primero hay que saber sufrir, después escribir?

Una cosa es la sensación de que algo te duele, otra instancia es decir "¡Ay!", esa sensación convertirla en un gesto y otra cosa distinta es decir me duele. Son tres cosas diferentes y ninguna es sustitutiva de la otra. Y de algún modo la literatura está al final de un proceso que implica todos esos instantes y sensaciones, sean reales o figuradas. La formulación puede ser desplazada, idealizada, modificada, puede ser invertido el sentido. Ahora cuando uno está inmerso en la experiencia, no tiene porqué escribirla. Ejemplo, la poesía lírica: toda la lírica consiste es un canto a la pérdida, nadie escribe la felicidad, nadie escribe cuando hace el amor, va a escribir cuando ya no lo hace más. Dicho esto muy groseramente. Entonces si la poesía tiene que ver con la pérdida, se supone que de algún modo la expresión compensa Y en términos políticos es lo mismo. Lo que hay que buscar y uno desea para sí es que haya una coherencia entre el texto y las experiencias que están por debajo de ese texto.

domingo, 17 de enero de 2010

El acusado por el Triple Crimen admitió sus vínculos políticos




DERIVACIONES DEL ASESINATO DE LOS EMPRESARIOS DE LA EFEDRINA





Martín Lanatta, principal sospechoso, lo confesó a la Justicia. Dijo que es amigo de Alejandro Giancristóforo, dirigente de la corriente peronista que lidera el jefe de Gabinete y ex hombre de confianza del director del RENAR, Andrés Meiszner.

Martín Lanatta miró el horizonte verde por la ventana del cuarto piso de la Fiscalía de la localidad bonaerense de Mercedes, bajó la mirada y dijo: "(Alejandro) Giancristóforo es mi amigo. Lo echaron del RENAR por todo esto. Pero nunca lo molesté por nada".

Lanatta es el principal sospechoso de la causa del Triple Crimen de General Rodríguez, del que fueron víctimas Sebastián Forza, Damián Ferrón y Lepoldo Bina, vinculados, según el fiscal, a la venta ilegal de efedrina, a mesas de dinero y a una deuda por la mafia de los medicamentos.

El sospechoso confirmó en su declaración indagatoria un dato clave que hasta ahora el Gobierno venía negando: su vínculo con el ex hombre de confianza del titular del Registro Nacional de Armas (RENAR), Andrés Meiszner.

Se trata, nada menos, que del candidato del jefe de Gabinete Aníbal Fernández a la intendencia de su pago chico en el 2011 -Quilmes- e hijo de su aliado en la AFA, José Luis Meiszner.

Los dichos de Lanatta ante el fiscal de Mercedes Juan Bidone fueron revelados por dos fuentes judiciales y confirman que formaba parte de la estructura política del Jefe de Gabinete, con una pata en el RENAR y otra en la barra de Quilmes.

Giancristóforo fue desplazado del RENAR luego de 3 años de contrato cuando estalló el caso. Es hijo del fallecido dirigente del PJ de Quilmes Sebastián Giancristóforo, quien se hacía llamar "Cacho Rey". El amigo de Lanatta había sido nombrado como personal contratado en Migraciones en enero del 2006 a través de un decreto del entonces presidente Néstor Kirchner refrendado e impulsado por Aníbal Fernández.

La frase de Lanatta "nunca lo molesté por nada" se refiere a que él había tenido 52 permisos de tenencia de armas y que le había conseguido 4 a Forza, una de las víctimas del Triple Crimen, entre otros usuarios. Lanatta es instructor de tiro y gestor informal ante el RENAR y en septiembre del año pasado, un mes después del crimen, se le renovó el permiso para portar armas.

Sin embargo, Lanatta se había jactado ante Forza de su supuesto contacto con Aníbal F., quien inició en los noventa su carrera política como intendente de Quilmes.

Tanto el jefe de Gabinete como Andrés Meiszner habían negado a este diario, el 11 de octubre pasado, conocer a Lanatta. Pero resulta poco creíble que Meiszner no supiera de la amistad de Giancristóforo con Lanatta. Es más, Aníbal F. exhibió un email que le había mandado Lanatta donde le decía que no lo conocía pero le pedía un nuevo permiso para portar armas.

Sin embargo, Meiszner creó una agencia registral del RENAR dentro de la asociación de Tiro y Gimnasia de Quilmes y la puso a cargo de Zulma Ledesma, otra militante -al igual que Giancristóforo- de la agrupación "Casa Peronista" que responde a Aníbal F. y Meiszner.

Lanatta era un concurrente de ese club que se encuentra a una cuadra de la casa de su padre que fue allanada por el fiscal cuando lo detuvo el 20 de diciembre pasado.

De esa agrupación K no sólo Ledesma está contratada en el RENAR, sino otros militantes kirchneristas. Meiszner negó haber tenido contratado a un hijo de Osvaldo "Dedo" Becerra. Becerra, quien hace pegar carteles para la agrupación, fue el jefe de la barra brava de Quilmes. Además, administra tres parrillas en la zona que tienen pintadas que dicen "Gracias JLM" por el ex presidente del club José Luis Meiszner.

Lanatta, al igual que otros dos detenidos por el Triple Crimen, los hermanos Víctor y Marcelo Schillaci, eran parte de la barra brava de Quilmes que exhibe la bandera "Meiszner 2011". w








viernes, 8 de enero de 2010

Una lectura médica de Sherlock Holmes



Bipolaridad, autismo, adicción a las drogas... Signos de estas enfermedades pueden rastrearse en el detective más famoso de la literatura. Días antes del estreno de una nueva película sobre el personaje, un dignóstico de Holmes y la opinión de Carlos Chernov sobre las diferencias entre el arte del científico y del detective.

Por: Lisa Sanders

UN DETECTIVE CON ESTATUA PROPIA.<(b> Silueta del monumento a Sherlock Holmes, situado en Londres. En la Argentina, un nuevo filme sobre el personaje se estrena el 14 de enero.
Percibo que usted estuvo en Afganistán", dijo el hombre de mediana edad como saludo cuando el médico entró en la habitación. Este, que acababa de regresar de la segunda guerra anglo-afgana, se asombró ante la perspicacia del hombre. Pero antes de que pudiera preguntarle cómo sabía que eso era verdad, el hombre lo asió de una manga y lo acercó para que presenciara su última obsesión.

El médico escuchó estupefacto mientras el hombre hablaba extensamente del experimento químico que había realizado. El amigo que los presentó le había dicho al médico que el hombre era un excéntrico y que llevaba a cabo experimentos mórbidos. Le dijo que una vez había visto al hombre golpear un cadáver para determinar si podía formarse un moretón después de la muerte. (No es posible.) Tenía tal sangre fría, había agregado el amigo, que era fácil imaginarlo administrándole una droga a un amigo tan sólo para ver qué efecto le causaba. Sin duda Sherlock Holmes era excéntrico, pensó el Dr. John Watson, pero también era interesante.

Fue de esa forma que, en 1887, Arthur Conan Doyle dio comienzo a una de las sociedades más raras y productivas de la literatura con la novela Estudio en escarlata. La primera vez que entré en contacto con esa extraña pareja fue en el colegio secundario. Hace poco volví a sumergirme en mis gastados tomos de esos notables relatos, pero esta vez no pude evitar observar a Sherlock Holmes con los ojos de un médico. Lo que vi fue lo que cualquier médico vería: un paciente. En mi caso, la pregunta fue: ¿podía diagnosticarse la extraña conducta de Sherlock Holmes?

No cabe duda de que tiene síntomas. Parece ignorar los ritmos y cortesías de las relaciones sociales normales; no conversa, sino que pontifica. Sus conocimientos e intereses son profundos pero escasos. Tiene una peculiar "sangre fría", lo que tal vez sea la causa de que también esté solo en el mundo. No tiene más amigos que el extremadamente tolerante Watson. Un hermano, aún más raro y aislado que él, es su única familia. ¿Arthur Conan Doyle expuso algún tipo de enfermedad mental o de trastorno de personalidad genético que había observado o Holmes era sólo un personaje interesante que creó de la nada?

Conan Doyle estudió medicina en la Universidad de Edimburgo, que en ese entonces era una de las facultades médicas más prestigiosas del mundo. Tenía un ojo avezado para detectar las sutiles manifestaciones de la enfermedad, y sus relatos están llenos de descripciones médicas de gran precisión. El alcoholismo de un hombre que gozaba antes de buena salud se ve en el "toque rojo en la nariz y las mejillas", en "el leve temblor de la mano extendida". En otro relato, las contorsiones de un cuerpo –los miembros "retorcidos de la forma más fantástica", los músculos "duros como una tabla (...), que excedían en mucho el rigor mortis habitual"– le permiten a Watson (y a sus lectores médicos) diagnosticar un envenenamiento por estricnina.

Se estima que Conan Doyle fue uno de los primeros en describir una enfermedad heredada que ahora se conoce con el nombre de síndrome de Marfán. El síndrome, que apareció por primera vez en la literatura médica en 1896 gracias al pediatra francés Antoine Marfán, se caracteriza por una estructura física alta y delgada, problemas oculares y tendencia a desarrollar aneurismas de aorta a temprana edad. La ruptura del vaso dilatado que transporta la sangre del corazón al resto del organismo es la causa de muerte más común entre quienes padecen ese trastorno, y hasta hace poco pocos enfermos vivían más allá de los cuarenta años. Se describe a Jefferson Hope, el asesino vengador de la primera novela de Conan Doyle, como un hombre alto de treinta y tantos años que mata a quienes responsabiliza de la muerte de la mujer que amaba. Cuando por fin lo detienen, le pide a Watson que le ponga la mano en el pecho. Watson señala que tomó "conciencia de inmediato de las pulsaciones y la conmoción extraordinarias que había en su interior. La caja torácica parecía agitarse y temblar como lo haría una construcción débil al ponerse en marcha un motor poderoso. En el silencio de la habitación oía un zumbido sordo que procedía de la misma fuente". Watson sabe al instante lo que significa eso. "¡Usted tiene un aneurisma de aorta!"

¿Es posible que al retratar a Holmes, Conan Doyle haya plasmado un síndrome psiquiátrico familiar hasta entonces desconocido? Tanto admiradores como académicos aventuraron muchos diagnósticos, dice Leslie Klinger, editor de la versión anotada más completa de los relatos de Sherlock Holmes. Klinger se inclina por un diagnóstico de trastorno bipolar, para lo que se basa en las oscilaciones del detective entre la hiperactividad y la lasitud. El trastorno bipolar es hereditario y se caracteriza por episodios de energía frenética –a menudo acompañados de una conducta extravagante y ostentosa– que alternan con períodos de profunda depresión. Si bien es cierto que Holmes no dormía durante varios días cuando estaba inmerso en un caso, sus cambios de estado de ánimo parecen depender de su trabajo. Cuando trabajaba estaba eléctrico. Si no tenía nada que hacer se ponía melancólico. El consumo de drogas podría ser la causa de los marcados cambios anímicos, pero usaba cocaína cuando estaba ocioso y deprimido, no cuando estaba ocupado y animado.

Otros, agrega Klinger, sugieren que Sherlock Holmes puede haber tenido una forma leve de autismo que suele denominarse síndrome de Asperger. El pediatra austríaco Hans Asperger informó en la literatura médica sobre ese trastorno en 1944. Describió a cuatro chicos brillantes y coherentes que tenían graves problemas de interacción social y tendían a concentrarse de forma muy intensa en determinados objetos o temas. El trabajo de Asperger languideció en las sombras durante más de cuarenta años, pero para 1994 el síndrome de Asperger formaba parte del léxico psiquiátrico oficial. El diagnóstico puede estar incorporado al autismo en el próximo Manual estadístico y diagnóstico de trastornos mentales, pero sin duda la descripción que hizo Asperger de esos hombres jóvenes de gran concentración y torpes en el plano social tuvo gran resonancia entre los padres, que reconocieron en la misma a sus propios hijos.

¿Es posible que Conan Doyle haya descrito el síndrome unos setenta años antes que Asperger? Según Ami Klin, director del programa de autismo del Centro de Estudios Infantiles de Yale, que forma parte de la facultad de medicina, la principal característica que define todas las formas de autismo es la "ceguera mental", la dificultad para entender lo que los demás sienten o piensan y, por lo tanto, para relacionarse. Ignorantes de cómo los ven los otros, quienes padecen el síndrome de Asperger a menudo tienen un comportamiento extraño y tienden a desarrollar un vasto conocimiento de temas muy puntuales.

En el retrato que pinta Conan Doyle, Holmes presenta por momentos todas esas características. Su interacción con los demás suele ser directa hasta el punto de la descortesía. Incluso cuando le habla a Watson, su mejor amigo, los elogios que le dedica suelen rayar en el insulto. En El mastín de los Baskerville, cuando Watson, complacido con sus propias habilidades detectivescas, le informa a Holmes sobre los resultados de su investigación, éste le dice que no es una fuente de luz sino un conductor de luz, un mero ayudante.

En cuanto a sus intereses, Homes se jacta con frecuencia de sus minuciosos conocimientos de todo tipo de fenómenos extraños. Se dice que escribió un estudio sobre las diferencias entre ciento cuarenta tipos de ceniza de cigarros, pipas y cigarrillos. Es un ejemplo de lo que Asperger llamaba "inteligencia autista", la capacidad de ver el mundo desde una perspectiva muy diferente a la de la mayor parte de la gente, concentrándose a menudo en detalles que los demás obvian. Holmes se ufana de poder percibir la importancia de nimiedades y lo llama "método".

¿De dónde sale esa imagen, entonces? Los biógrafos hablan de una serie de personas en las que Conan Doyle pudo haberse basado para el personaje de Holmes, pero ninguna tenía el conjunto de esas características. ¿Era un paciente? ¿Un amigo de la familia? ¿Un compañero de estudios que no entró en las biografías? Quizá nunca lo sepamos, pero es evidente que las peculiaridades de Holmes tienen un atractivo perdurable. Basta con ver por TV a Temperance Brennan, de Bones, a Adrian Monk, de Monk, y, por supuesto, a Gregory House, de House, que presentan síntomas aspergerianos y le deben mucho a Sherlock Holmes.

Lisa Sanders es médica y autora de "Every Patient Tells a Story: Medical Mysteries and the Art of Diagnosis".

©The New York Times y Clarin, 2010. Traduccion de JoaquIn Ibarburu.