martes, 4 de septiembre de 2012

Policiales /1


A partir de la novela 1280 almas, Juan Martini –que dirigió la Serie Novela Negra de la editorial Bruguera entre 1976 y 1983– se pregunta por el lugar del género policial en la Argentina.

Por Juan Martini.


Hace unos días hablábamos con Silvia Hopenhayn de 1280 almas de Jim Thompson para un programa de canal (á). La relectura de la novela me sacudió recuerdos y algunas preguntas sobre el policial.

Jim Thompson, hijo de una india cherokee y de un sheriff corrupto que lo abandonó a los dos años nació en Oklahoma en 1906 y murió en California en 1977. Tuvo infinidad de pequeñísimos trabajos con los que se fue ganando una vida magra. Se casó a los 25 años y fue padre de tantos hijos que su mujer lo obligó a hacerse una vasectomía. A los 27 empezó a leer a Marx, entre 1936 y 1938 militó en el Partido Comunista y a partir de 1951 fue perseguido por el senador Joseph McCarty. En 1956 se mudó de Nueva York a Los Angeles. Tuberculoso, alcohólico, infiel y desordenado, sin embargo su mujer se negó siempre a divorciarse. Publicó relatos y novelas pero su nombre comenzaría a afianzarse cuando viajó a París, en 1970, y la Serie Negra de la editorial Gallimard, dirigida por el legendario Marcel Duhamel, festejó su N° 1.000 con 1280 almas, una de las mejores novelas de Thompson publicada en 1964.


Duhamel no sólo consagró en Francia y en Europa a escritores como Jim Thompson, Horace McCoy y Chester Himes: selló con el nombre de su colección, Série Noire, a un género propio del siglo XX, el policial que Dashiell Hammett había inaugurado en la revista Black Mask con su novela Cosecha roja (1929) y que hasta el momento en que Duhamel inició la colección de policiales de Gallimard en 1944 se había llamado Hard boiled.

Nick Corey es el sheriff de Potts County, un pueblito de 1280 almas (no se cuentan negros) que elige siempre a su funcional jefe de policía, un hombre como Nick, que se hace el estúpido y que nunca ve lo que debería ver. De esta manera el pueblo vive en paz: los delincuentes son los negros, los blancos tienen su prostíbulo y sus negocios, y las blancas hacen el trabajo de todo el mundo empezando por el de sus maridos, que si no las muelen a palos. Pero Nick Corey no es un tarado. Lo parece, y habla como tal, pero su inteligencia es poderosa y su propia corrupción (como la del padre de Jim Thompson) lo lleva a recaudar coimas, golpear a inocentes y a matar a quienes lo molestan.

Una de las novedades que introduce aquí Thompson es que el delincuente ya no es alguien buscado por un detective capaz de descubrir cualquier misterio, ni un marginal de un sistema clasista y excluyente: el criminal, en 1280 almas, es el jefe de policía, quien cuenta además la historia en primera persona. En esta novela Thompson no se privó de nada, ni siquiera de situar la acción en 1905 y declararse a favor de la caída del zarismo.


Antes de su traducción al castellano ya el libro figuraba en España entre las diez mejores novelas policiales del género. Su aparición en 1980 en la Serie Novela Negra de la editorial Bruguera (Barcelona) ratificó con holgura tanta consideración.

La dirección de esta colección fue el primer trabajo con continuidad que tuve en Barcelona a partir de 1976. Publiqué, hasta que en 1983 me fui de la editorial, 82 novelas y escribí los prólogos de las primeras 50. Me di el gusto de editar todos los libros de Hammett y de Raymond Chandler, y lo mejor de la novela negra hasta ese momento, empezando por Ross Macdonald, pasando por Chester Himes, David Goodis y Horace McCoy, y terminando por Maj Sjöwall y Per Wahlöö, un matrimonio sueco que escribe en colaboración.

Entre los autores en lengua castellana estuvieron Osvaldo Soriano, Mario Lacruz y Juan Madrid entre otros. Entre los traductores argentinos se puede recordar a J.R. Wilcock, Homero Alsina Thevenet y Marcelo Cohen.

Jim Thompson murió convencido de que su obra sería reconocida por la posteridad, esa rareza con la que ya pocos escritores sueñan. Pero Thompson no se equivocó. Allí están sus novelas. Y también las películas que se hicieron sobre ellas y los guiones que escribió. Comenzó trabajando en 1955 para Stanley Kubrick (Casta de malditos y La patrulla infernal). La idea original de la serie de TV Ironside le pertenece. Y sus novelas The Getaway (La huida) dirigida por Sam Peckinpah, The Grifters (Los tramposos) dirigida por Stephen Frears, y una rara adaptación francesa de 1280 almas realizada por Bertrand Tavernier (Coup de torchon o Más allá de la justicia) que sitúa con solvencia las cosas en una colonia francesa en África y en el año 1938.

Una colección de género como la Série Noire permite recuperar la tradición, explorar los desarrollos en otros países, incluir autores del país y crear trabajo para traductores y otros colaboradores. En la Argentina, hasta los años ’60, existieron dos colecciones de género relevantes: Rastros (Acme Agency) y El Séptimo Círculo (Emecé), dirigida por Borges y Bioy Casares.

¿Es posible hoy pensar en una literatura policial argentina sin colecciones de género que la sostengan?

Fuente Eterna Cadencia
http://blog.eternacadencia.com.ar/archives/2011/12094


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