lunes, 17 de diciembre de 2018

Recomendaciones para el abordaje responsable de la violencia sexual




La Defensoría del Público, junto al Programa Las Víctimas Contra las Violencias del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, elaboraron esta serie de recomendaciones. El material está disponible para compartir.

La violencia sexual hacia las mujeres requiere un tratamiento mediático responsable y respetuoso. En ese contexto, la Defensoría del Público y el Programa Las Víctimas Contra las Violencias del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación elaboraron esta serie de recomendaciones para el abordaje de estas temáticas, tanto en radio como en televisión.

Esta serie de sugerencias emergieron a raíz de una preocupación común por el tratamiento mediático de esta forma particular de violencia. Las audiencias de la televisión y la radio han planteado inquietudes desde los inicios en relación a esta temática. De hecho, se presentaron reclamos concretos a raíz de coberturas periodísticas sobre violencia sexual que la Defensoría ha dialogado con equipos periodísticos de distintos medios audiovisuales en todo el país, promoviendo la reparación y el conocimiento sobre los derechos. A su vez, el Programa acompaña y asiste a diario a las víctimas de abusos o malos tratos, en un ámbito de contención, seguridad y garantía de sus derechos, y cuenta con Equipos de Atención a Víctimas de Violencia Familiar, Sexual y un Equipo contra la explotación sexual infantil y Grooming.

El tratamiento periodístico de la violencia sexual suele caracterizarse por la espectacularización de los hechos y la afectación de los derechos de las víctimas, en ocasiones a raíz de un profundo desconocimiento sobre la temática, la normativa y los impactos de la mediatización en la subjetividad y en las audiencias. En este sentido, las recomendaciones brindan información útil respecto del concepto de violencia sexual y los derechos de las víctimas de acuerdo con la normativa vigente. Además provee herramientas concretas para que las coberturas se focalicen en la prevención y la sensibilización individual y colectiva.

A continuación, el material para descargar.

RECOMENDACIONES PARA EL ABORDAJE DE LA VIOLENCIA SEXUAL

domingo, 21 de octubre de 2018

Balance de “Córdoba Mata” 2018


Una vez finalizado el festival negrocriminal argentino ‘Córdoba Mata‘, nuestro corresponsal Guillermo Adrián Anderson nos reporta un balance del mismo

BALANCE DE “CÓRDOBA MATA” 2018

Entre el 17 y el 23 de setiembre se llevó a cabo en esa ciudad mediterránea de Argentina el V Encuentro de Literatura Negra y Policial Córdoba Mata, en el marco de la 33ª. Feria del Libro y el Conocimiento y con subsedes en las ciudades de San Francisco, Cura Brochero y Mina Clavero. El evento, que cuenta con un amplio apoyo de la Secretaría de Cultura del Municipio, de la Universidad Nacional de Córdoba, las Agencias Córdoba Cultura y Córdoba Turismo de la provincia y el Centro Cultural España-Córdoba, sumó este año a unos 50 escritores, periodistas, guionistas y cineastas locales, de varias provincias e internacionales de 7 países. En ambientes de gran camaradería y frente a un público entusiasta que colmó las salas del Cabildo Histórico, se desarrollaron varios temas que tuvieron como lema convocante Los Medios y los Miedos. Además de desmenuzar el comportamiento mundial de los medios radiales, de prensa y televisivos, el trabajo mentiroso que realizan desfigurando la realidad política y social de nuestros países y el papel de los medios alternativos de difusión, se abordaron temas como la pulsión asesina, los cuerpos recuperados y la Historia, los personajes femeninos actuales, los miedos y el universo de los niños y la novela negra rural como una posible renovación del género. Participaron escritores locales, entre otros Graciela Bialet, Lucio Yudicello, Eugenia Almeida, Leandro Calle, Guillermo Bawden y Fernando López. Del resto de Argentina, Mempo Giardinelli, Horacio Verbitsky, Alejandro Crivisqui, Laura Rossi, María Inés Krimer, Alicia Plante, Gabriela Cabezón Cámara y varios más. De USA, David Knutson y Alejandro Meter; de Italia, Giorgio Ballario y Gianluca Campagna; de España, Paco Gómez Escribano; de Chile, Dauno Tótoro Taulís; de Uruguay, Eduardo Pérez Vázquez; de México, Imanol Caneyada, y de Colombia la guionista de series negras Lina Arboleda. Además, se consagró el cuarto premio literario de novela, el único que se realiza en Argentina y que se publicará simultáneamente en Argentina y en México, y se lanzó la revista del Encuentro, nominada TUGURIO.

Córdoba Mata, bajo el lema Los Medios y los Miedos, se convirtió en el evento más convocante y mejor organizado de la 33ª. Feria del Libro y el Conocimiento, lo que augura la posibilidad de continuar en el tiempo sin sobresaltos.

martes, 1 de mayo de 2018

Autobiografía


Por Rodolfo Walsh

Me llaman Rodolfo Walsh. Cuando chico, ese nombre no terminaba de convencerme: pensaba que no me serviría, por ejemplo, para ser presidente de la República. Mucho después descubrí que podía pronunciarse como dos yambos aliterados, y eso me gustó.
Nací en Choele–Choel, que quiere decir “corazón de palo”. Me ha sido reprochado por varias mujeres.
Mi vocación se despertó tempranamente: a los ocho años decidí ser aviador. Por una de esas confusiones, el que la cumplió fue mi hermano. Supongo que a partir de ahí me quedé sin vocación y tuve muchos oficios. El más espectacular: limpiador de ventanas; el más humillante: lavacopas; el más burgués: comerciante de antigüedades; el más secreto: criptógrafo en Cuba.
Mi padre era mayordomo de estancia, un transculturado al que los peones mestizos de Río Negro llamaban Huelche. Tuvo tercer grado, pero sabía bolear avestruces y dejar el molde en la cancha de bochas. Su coraje físico sigue pareciéndome casi mitológico. Hablaba con los caballos. Uno lo mató, en 1945, y otro nos dejó como única herencia. Este se llamaba “Mar Negro”, y marcaba dieciséis segundos en los trescientos: mucho caballo para ese campo. Pero ésta ya era zona de la desgracia, provincia de Buenos Aires.
Tengo una hermana monja y dos hijas laicas.
Mi madre vivió en medio de cosas que no amaba: el campo, la pobreza. En su implacable resistencia resultó más valerosa, y durable, que mi padre. El mayor disgusto que le causo, es no haber terminado mi profesorado en letras.
Mis primeros esfuerzos literarios fueron satíricos, cuartetas alusivas a maestros y celadores de sexto grado. Cuando a los diecisiete años dejé el Nacional y entré en una oficina, la inspiración seguía viva, pero había perfeccionado el método: ahora armaba sigilosos acrósticos.
La idea más perturbadora de mi adolescencia fue ese chiste idiota de Rilke: si usted piensa que puede vivir sin escribir, no debe escribir. Mi noviazgo con una muchacha que escribía incomparablemente mejor que yo me redujo a silencio durante cinco años. Mi primer libro fueron tres novelas cortas en el género policial, del que hoy abomino. Lo hice en un mes, sin pensar en la literatura aunque sí en la diversión y en el dinero. Me callé durante cuatro años más porque no me consideraba a la altura de nadie. Operación Masacre cambió mi vida. Haciéndola, comprendí que además de mis perplejidades íntimas, existía un amenazante mundo exterior. Me fui a Cuba, asistí al nacimiento de un orden nuevo, contradictorio, a veces épico, a veces fastidioso. Volví, completé un nuevo silencio de seis años. En 1964 decidí que en todos mis oficios terrestres, el violento oficio de escritor era el que más me convenía. Pero no veo en eso una determinación mística. En realidad, he sido traído y llevado por los tiempos; podría haber sido cualquier cosa, aun ahora hay momentos en que me siento disponible para cualquier aventura, para empezar de nuevo, como tantas veces.
En la hipótesis de seguir escribiendo, lo que más necesito es una cuota generosa de tiempo. Soy lento, he tardado quince años en pasar del mero nacionalismo a la izquierda; lustros en aprender a armar un cuento, a sentir la respiración de un texto; sé que me falta mucho para poder decir instantáneamente lo que quiero, en su forma óptima; pienso que laliteratura es, entre otras cosas, un avance laborioso a través de la propia estupidez.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/diario/especiales/subnotas/18-1674-2002-03-25.html

lunes, 12 de febrero de 2018

10 Tips para periodistas con visión de Género


Compartimos el Decálogo para el tratamiento periodístico de la violencia contra la mujer (*) elaborado por la RedPar para promover buenas #PrácticasPeriodísticas

1 - Es correcto utilizar los siguientes términos: violencia contra las mujeres, violencia de género y violencia machista.
2 - La violencia de género es un delito -en tanto y en cuanto constituye una conducta antijurídica que debe ser prevenida y sancionada-, un problema social, un atentado contra el derecho a la vida, la dignidad, la integración física y psíquica de las mujeres y una cuestión concerniente a la defensa de los derechos humanos.
3 - Desterramos de nuestras redacciones la figura de “crimen pasional” para referirnos al asesinato de mujeres víctimas de la violencia de género. Los crímenes pasionales no existen.
4 - Lo importante es proteger la identidad de la víctima, no la del agresor. Dejar en claro quién es el agresor y quién es la víctima, y señalar cuales pueden ser las actitudes y situaciones que ponen en riesgo a la mujer en una relación violenta, para ayudarlas a toma conciencia sobre su estado.
5 - Hay informaciones que pueden perjudicar a la víctima y a su entorno. No siempre es conveniente identificarla. Es ofensivo para la víctima utilizar diminutivos, apocopes, apodos, etc. para nombrarla.
6 - Nunca buscaremos justificaciones o “motivos” (alcohol, drogas, discusiones, celos, separación de la pareja, infidelidad, etc.), que solo distraen la atención del punto central: la violencia. La causa de la violencia de género es el control y la dominación que determinados hombres ejercen contra las mujeres.
7 - Es imprescindible chequear las fuentes, sobre todo las oficiales.
8 - Mantener el tema en agenda, denunciando la violencia en todas sus expresiones: psicológica, económica, emocional, sin esperar la muerte de las mujeres. Abordar el relato de los hechos tomando en consideración su singularidad, pero también aquello que lo asemeja a otros casos. Eso permitirá abandonar consideraciones tales como “otro caso de”…., “un caso mas de…”, evitando el efecto narcotizante.
9 - Tener especial cuidado con las fotos e imágenes que acompañan las notas. Respetar a las víctimas y a sus familias, alejarse del sexismo, el sensacionalismo y la obscenidad.
Nunca robar imágenes o audio a la víctima. Cuando se musicaliza, no usar temas que remitan al terror, ni que contengan letras que hablen de “amores enfermos” o celos.
10 - Siempre incluiremos en la noticia un teléfono gratuito de ayuda a las víctimas y cualquier otra información que les pueda ser útil.
(*) Decálogo elaborado por RED PAR. Periodistas de Argentina en Red por una comunicación no sexista

Fuente: Fanpage Prácticas Periodísticas

jueves, 25 de enero de 2018

Un western argentino


Por Javier Chiabrando

“Pampa del infierno”, de Miguel Molfino, son varias cosas en una: un western argentino puro por cruza con novela negra, un grano de arena aportado a la probable historia social del país con su inevitable choque entre inmigrantes y locales, y también un canto a la naturaleza, por muy hostil que sea. Y al fin, una contribución a la construcción mítica de nuestra historia no tan lejana. Algo así como los norteamericanos supieron hacer con sus cowboys, que no se diferenciarían demasiado de nuestros gauchos, pero a los que la ficción logró volverlos más fotogénicos, entre otros méritos no probados.
Dijimos western porque hay vaqueros que cumplen con las generales de la ley del género y luego de viajar muchas millas a caballo y de dormir a la intemperie con la montura como almohada, recalan en un lugar como bautizado para que esta historia suceda: Pampa del Infierno. Pero para eso deben pasar muchas cosas, debe haber sangre, duelos, venganzas, y muchas más millas cabalgadas, que sumadas dan las que se necesitan para llegar de Texas al Chaco.
El personaje principal es Ken Parker, un texano que un día abandona el rancho de su padre, como los cachorros abandonan el nido, y viaja hacia el sur, siguiendo imprecisamente la pista de Sundance Kid y de Butch Cassidy, por quiénes ofrecen una valiosa recompensa. Pero nada sucede como estaba previsto. Los pistoleros serían asesinados en Bolivia y Parker se asienta en el sur, se convierte en buscador de oro, se casa con una mapuche y vive en lo que tal vez fuera el rancho de Butch Cassidy. ¿Encontró su lugar en el mundo? No, porque de ser así no habría western. Entonces irrumpe la violencia. Parker, fiel a su condición de vaquero hecho según las reglas de la virilidad, se cobra venganza y no le queda otra que huir. Lo acompaña Kuyén, su mujer, embarazada, y su amigo McParland, ex hombre de la Pinkerton, como lo fue Dashiell Hammett, para terminar en el norte del Chaco, exactamente en Pampa del infierno.
Ahí comienza otra historia, la de esos hombres y mujeres que llegaron desde todos los puntos cardinales y ayudaron a construir eso que llamamos Argentina. En Pampa del infierno conviven indios, inmigrantes varios, desertores del ejército y misioneros. Conviven sin equilibrio alguno, sometidos a las reglas de la fuerza, las armas, la crueldad. La vida allí es tan dura como en el oeste de las películas, y vale igual de poco. Se puede morir por nada, por el calor, por una palabra dicha a destiempo o para satisfacer la crueldad de alguien. Bien lo dice Horacio Convertini en la contratapa: “…es, además de una aventura atrapante, una mirada sobre el método brutal con el que se hizo el país…”
Fue Mempo Giardinelli en su ensayo sobre la novela negra quien describió la relación entre los géneros negro y western. Allí mencionó “el ambiente salvaje, inhóspito, que se repite en la lucha callejera, en la ferocidad de la selva citadina moderna”, de la novela negra. También marcó los hitos de ambos géneros: personajes solitarios que sólo confían en sí mismo, el ambiente salvaje, los interludios amorosos.
Y quién mejor para encarar este cruce de géneros (aunque en este caso prevalezca el western) que Molfino, nombre relevante del mundo de la novela negra, que ya se había aproximado al espíritu del far west en sus cuentos, pero que además es un hombre que vive donde sucede la historia. Ya lo declaró en un reportaje a Página 12: “Mi casa está al lado del río, y más allá está el Paraná. Es un paisaje con el que puedo hacer un western, porque además es una población extraña y muy heterogénea la del interior del Chaco…”. Y hasta se da el lujo de ponernos frente a una gran escena de sitio cuando el rancho de Parker es atacado, una escena de esas que vimos tantas veces en películas, donde un grupo de hombres se defiende de un enemigo sin cara, sin saber cuántos son, qué armas tienen: “Lecko –un wichí corpulento y de cabellera gris– compartía con Ken Parker el gran ojo de buey que se hallaba en una especie de primer piso, debajo de la ventana que ocupaba Collins. Era una posición estratégica porque desde allí se veía todo el terreno”, escribe Molfino.
Dijimos antes que esta novela era también un canto a la naturaleza. Esa relación con la naturaleza se percibe desde las primeras líneas: “En la tarde baja y rojiza las nubes destellan una luz ferrosa, oxidando el aire húmedo que llega del río”. Aquí la naturaleza es el manto donde se cobijan los hombres, que a la vez deben derrotarla para sobrevivir. “En ese horizonte, la noche todavía era un manto violeta. Era casi táctil la sensación de infinito en la sabana anochecida”, escribe Molfino. Esa naturaleza hostil, tan presente en sus otras novelas, concretamente en la excelente “Monstruos perfectos”, es acá todavía una barrera entre los hombres y una forma de la felicidad que aún no se percibe con claridad pero que hay que conquistar como sea.
Y por último, aunque las buenas novelas nunca se terminan del todo, está esa vuelta de tuerca, esa viveza criolla, que significa tomar a personajes más propios de la gauchesca y volverlos parte de una historia de “comboys”, sin que desentonen, haciendo de ellos un breve mito que seguramente se encadenará con otras novelas, películas, historias orales, según cada lector. “En plena carrera desenfunda el Winchester que trae a un costado de la montura. Los árboles pasan veloces, baja y trepa montículos de piedra, el viento frío le azota la cara, dientes apretados, pierde el sombrero en el camino…”, dice Molfino, como si narrara las aventuras de El virginiano. “Pampa del infierno”, editada por Revolver es una novela inusual dentro de panorama de la literatura argentina. Desenfunde y vea por usted mismo.

Fuente: (Publicado en el suplemento literario de Télam.)